El magnífico teatro de La Scala (el nombre completo Teatro alla Scala) es el renombrado buque insignia del arte mundial de ópera y ballet, la principal marca cultural de Italia. Construido en la pequeña plaza municipal della Scala en el año 1778 por el arquitecto neoclásica Giuseppe Piermarini, el teatro de Milán se convirtió en el centro de la grandiosa y espectacular “época de ópera” de los siglos XVIII−XIX donde actuaban los mejores cantantes y directores de orquesta del mundo. Ya por entonces resulataba casi imposible sacar entradas para La Scala, las enviaban numeradas a las personas más ricas, conocidas y nobles de Europa. Precisamente en La Scala triunfaban los famosos italianos ― Bellini, Verdi, Puccini, Rossini, Donizzeti y el genial alemán Beethoven.
Durante sus vacaciones en Italia en 1811 Stendhal describió el fenómeno de La Scala: ”Es el mejor teatro del mundo ya que causa sumo deleite”. El componente importante de la fama mundial de La Scala es una sala de 30 metros de altura con su acústica única que no tiene análogos. Aquí creaban los grandes. Varían los nombres, cambiaba la moda pero, como hace doscientos años, las entradas para un ballet en Milán siguen siendo un objeto suspirado para millones de los amantes del arte musical “de ley”. Por eso hay que aprovechar la minima oportunidad de comprar las entradas para La Scala para poder pasar por el legendario foyer, los pasillos, las escaleras, sentarse el la sala, esperar a que se abran lentamente las cortinas de color púrpura... y enamorarse de La Scala para siempre.
COMPRAR ENTRADAS PARA EL TEATRO DE LA SCALA EN MILÁN
Haciendo las maletas para Milán no olvide comprar las entradas para La Scala porque solo ahí verá el espectáculo y escuchará la musica que no se puede ver ni escuchar en nungún otro lugar del mundo. Hay que hacerlo cuanto antes para tener más amplia elección de butacas en la sala. Si trata de comprar las entradas para una ópera o un ballet en la Taquilla Central del teatro en todo caso se encontrará en el gallinero. No tiene sentido comprar las entradas a los revendedores. Le saldrán 10 veces más caras de su precio oficial y, lo más probable, para una función “invendible”.